Desde el punto de vista legal, un diseño industrial comprende únicamente los aspectos de apariencia o de ornamentación de un producto. Como norma general, un diseño industrial puede consistir en características tridimensionales de un producto (como la forma) o bidimensionales (como los adornos, figuras, líneas o colores).
Un diseño industrial añade valor al producto, lo hace más atractivo y llamativo a los clientes y puede incluso convertirse en el principal motivo de su adquisición. Por tanto, la protección legal de los diseños es una parte fundamental de la estrategia comercial de cualquier diseñador o fabricante.
Al proteger un diseño industrial mediante su registro en una Oficina de Propiedad Industrial, su titular obtiene los derechos exclusivos de impedir su reproducción o imitación no autorizada por parte de terceros. El registro del diseño supone, en definitiva, una mejora en la competitividad por los siguientes motivos:
- Los diseños industriales son activos empresariales que pueden incrementar el valor comercial de una empresa y sus productos.
- El registro de un diseño contribuye a un mejor rendimiento del capital invertido en crear y comercializar el producto, traduciéndose en una mejora en los beneficios.
- Al registrar un diseño se adquiere el derecho a impedir su reproducción o imitación por parte de la competencia, con lo que se fortalece la posición competitiva.
- Un diseño registrado también puede cederse o venderse a otros mediante la concesión de una licencia y el pago de una cantidad (royalty), accediendo así a mercados inabordables de otra manera.
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